y se vengan los azules ,
Así vendré, como quien nace,
Seré sal, espuma, estela,
No temas, porque cuando llegue,
Tu halo hace blancas mis palomas,
y no hay más, que esta hora,
de la brisa evaporándose,
desde la herida del café.
Algún ruido que llega,
desde el mundo.
Nuestras manos juntas,
amasando este maná.
y un tango que suena,
claroscuro.
La vertiente intangible,
bajo nuestros pies de seda,
y la espuma que llega,
hasta los besos y la mesa.
Y esta hora de la caracola,
en el ritmo lento de tu cabeza
y la libélula errante en el aleteo,
de tus pestañas de humo.
La carta que llega,
desde el país del deseo.
La huida del retoño del recuerdo,
y sus verdes clandestinos del futuro.
Porque ha quedado inmóvil,
la rueda loca del mundo,
y si sucede algo allá fuera,
reiremos porque ¡no es cierto!
Sube la nube a tu cielo,
cabe un planeta en mi pecho.
Porque llevas tú, la corona,
del que nada pretende,
más que esta hora anónima,
y este pulso de incienso.
¿
Frente a la mar rugiente
que castiga esta rompiente
tengo en la palma apretada
granos de arena dorada.
¡Son pocos! Y en un momento
se me escurren y yo siento
surgir en mí este lamento:
¡Oh Dios! ¿Por qué no puedo
retenerlos en mis dedos?
¡Oh Dios! ¡Si yo pudiera
salvar uno de la marea!
¿Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueño?
Versión de Carlos Arturo Torres