Hagamos castillos en el aire. Tu mano pequeña y la mía. Pueden ser tu hogar , cuando oscurezca, casitas en el árbol , a salvo de la herrumbre de algunos días. Dibujemos un tren alado también , cargado de regalos para niños que no saben de tren , o lo ven pasar como un habitante extraño, ajeno a su canción de cartón y bicicleta vieja. Pongamos nubes y algodones que salgan por su chimenea, para que en Noche Buena ellos se duerman, soñando trenes y barcos y cuando despierten, luego del susurro del alba, encuentren en su casa el Tesoro más preciado: el morenito de los rizos café.
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