sábado, 3 de julio de 2010

Claridad

El hombre, estaba en la esquina. Esperaba en su lugar de piedra.Viejo, desabrigado, pobre y solo. Me detuve, hablamos, y en ese encuentro,  se fueron abriendo ventanas, por donde me asaltó un rayo tibio. Yo oía su relato, su precaria vida, en ese canto desesperado,mi paso puso mis pies en su huellas, pan invisible y compartido, que hizo volar palomas con mensajes celestes y la ciudad liberó su piedra y se hizo arena en el aire.La calle un trigal y  al final,  ya descalza también, caminaba entre flores.



II
Los tristes,
caminan nuestra mismas calles,
y se acurrucan heridos en el borde de la vida,
desde allì  naufragan hasta las naciones celestes,
donde la risa es estrella segura,
y el pan, un momento.
Los tristes,
viajan en la tarde como extranjeros,
y todo sigue su curso opaco,
su vendaval,
mientras ellos miran y esperan,
las ciudades de trigo,
y sus hijos de pan.