jueves, 28 de febrero de 2013

Atilio y Lela

Este poema se viene escribiendo desde cuando los conocí. Se hizo canción, el abrazo y la bienvenida. El llegar a casa de mis tíos. Solteros los dos, hermanos unidos que vivían al perfume del hermoso e inolvidable jazmín violeta que coronaba la casa. Entrábamos corriendo , casi con los pies despegados del suelo, mi hermano y yo , a morir de felicidad en esas horas, donde nos cubrían de flores y tierna llovizna, los rincones de la casa, el patio. A la nochecita, café con leche y sandwich, el manjar más delicioso, todo tendido en la mesa como un te amo , las manos de Lela. Los ojitos tiernos de Atilio, tan callado , pero siempre estaba allí , para mirar como íbamos creciendo. Yo lo ví partir, y ése día se fue gran parte de mi infancia, lo lloré , sabe Dios lo que lloré con él , con lo que se iba o podía algún día irse. Los amo eternamente, me dieron parte de los mejores momentos de mi niñez, éste poema empezó a escribirse, cuando los conocí , más ahora sé que en el cielo haré un verso, que quepa ahora también, que reúna todas las nubes blancas y los tesoros que se escondían en su casa.  

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