jueves, 10 de enero de 2013

No. No doblegrarán nuestras espaldas, con fríos huracanes, manos, piedra. Somos  del camino , pues conocemos su huella, la ruta incansable del momento que avanza, tiñendo de luces la aurora. No borrarán lo que escribimos en un papel pequeño y guardamos, a modo de grito , cada día en nuestro bolsillo. Nada será en vano, los prodigios de la vida se levantan contra los muros, con canciones frutales, ruegos de pan. No acechará nuestra casa , la sombra cerrada del pasado, pues abriremos las puertas y con ella las alas de los pájaros. Juntaremos los retazos, pieza por pieza, y  haremos, como jugando , un nuevo sitio donde quemen los abrazos, donde quiebre el agua del río , nuestros pies descalzos. Ataremos barriletes a la sombra del árbol, y desde allí en las nubes nuestras palabras más bellas. Seremos dueños del amanecer y también del ocaso, porque ya no habrá más tristeza, ni desencanto. Se oirá la brisa de los suspiros, en cada rincón de la ciudad. Ella se llevará en sus espaldas, todo lamento, y dejará a su paso pétalos de rosas, promesas. Ya llega, deja que te amarre a la libertad de su estrella, nuestro norte certero: la paz.

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