lunes, 8 de abril de 2013

Lo que damos , florece. Una paz entrañable, una canción de azúcar. Juntaremos las manos haciendo un horizonte , por donde naveguen pájaros y flores. El corazón sobre la mesa yo puse. Si todo empieza en el principio, allá donde la vertiente tiene su cuerpo efímero, frutal. La voz más pura, se desenreda entre los brazos del camino. Una luz incandescente, la primera palabra de la ternura, su caudal.

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